La decisión sobre el qué, cómo, para qué educar y con qué herramientas hacerlo es resultado de la adopción de una medida de política pública autoritaria, producto de los intereses de la clase gobernante y de una “economía globalizada”. Obligación del gobierno en turno como establecen los artículos 25 y 26 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (Sistema de Planeación Democrática del Desarrollo Nacional), la definición de un “nuevo modelo educativo” con el que se iniciaría el ciclo escolar 2017-2018, llega tarde (y cuestionado).

En medio de un conflicto que ha cobrado una decena de muertos, otro tanto de encarcelados por motivos políticos y miles de maestras y maestros cesados, razones suficientes para que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), marginada de las estructuras de poder formal, rechace la instrumentación de un modelo educativo diseñado y construido al margen de lo que quisiesen importantes sectores de la sociedad y de la opinión del personal docente que deberá operar algo que les es ajeno.

Presentado en sociedad con bombo y platillo por Aurelio Nuño Mayer, el nuevo modelo educativo 2016, con el que, a tan sólo 102 días de conclusión de la actual administración, maestras y maestros deberán conducir el proceso de enseñanza-aprendizaje en el ciclo escolar 2017-2018, se articula con otros dos documentos (http://goo.gl/gtvcnX): Los fines de la Educación y la Propuesta Curricular para la Educación Obligatoria 2016
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El Comunicado 323 de la Secretaría de Educación Pública “Presenta Nuño”, señala en el apartado 1 que el documento “Los Fines de la Educación, (que) explica de manera breve qué mexicanos se quiere formar: ciudadanos con valores, informados y responsables, que participan en la vida social, económica y política de México, así como personas capaces de lograr su desarrollo personal, laboral y familiar.” Sin embargo, y a reserva de abundar sobre un documento citado pero que no se encuentra a consulta en la página www.sep.gob.mx, valdría la pena recordar que el artículo 3 constitucional establece como fines de la educación (párrafo segundo) el desarrollo armónico de “todas las facultades del ser humano”, inspirar en la niñez y en la juventud “el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia.”

El criterio que orientará a la educación en México parágrafo II, “se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.” Determina además que la educación debe ser “democrática” entendida como una forma “de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”, nacional y contribuir “a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos, con el agregado neoliberal impulsado por la actual administración “de calidad, con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos”.

Una somera comparación entre lo poco de los fines que se puede leer, los establecidos en la Constitución Política y la “Propuesta Curricular para la Educación Obligatoria 2016”, permitiría abundar si lo deseable para Nuño, pudiese ser logrado a través de las asignaturas propuestas en el mapa curricular de la educación básica. ¿Podrá la nueva propuesta formar “ciudadanos con valores, informados y responsables“, conscientes de su origen y su identidad nacional, solidarios con quienes son descendientes de los pueblos originarios y con quienes menos tienen si se dedican sólo una de cada ocho horas en preescolar, a la asignatura “Exploración del mundo natural y social” (Aprendizajes clave/Espacio curricular), dos períodos semanales en primaria al “Conocimiento del Medio” (Mi entidad) equivalentes al 13.3 por ciento del período anual de 800 horas y el 7.5 por ciento en las escuelas de tiempo completo?

¿Podrá un alumno estar informado, cuestionar los propósitos de las reformas estructurales promovidas por Enrique Peña si se destinan una sesión a la semana en asignaturas como Historia y Formación Cívica y Ética en tercero, cuarto, quinto y sexto de primaria, el 4.4 por ciento en ambos casos en la distribución de la carga horario y 2 horas a la semana, durante dos ciclos lectivos para las mismas asignaturas en secundaria, salvo que en Historia 2, tercero de secundaria, se incrementan a 4, el 11.4 por ciento de período semanal?

Y aunque las horas establecidas para la asignatura Lengua materna y literatura (Lenguaje y comunicación/Aprendizajes clave/Espacio curricular) alcanzan hasta un 35% de los períodos anuales de 4.5 horas diarias en primaria, disminuyen al 22.2% en secundaria (por la ampliación de las horas de jornada escolar), aunque en ambos casos se impartirían una hora por día. Las horas de inglés, so pretexto de ser requisito indispensable para incorporarse a la sociedad del conocimiento tendrían en primaria dos sesiones y media a la semana, el 11.1% de la carga en primaria mientras ocuparía tres horas, los viernes en cada uno de los ciclos de la secundaria, el 6.7% del total. Al desarrollo artístico y creatividad le dedicarán el 4.4 % del tiempo en la primaria equivalente a una hora por semana y el 5.7% en secundaria, tan solo dos sesiones del total.

¿Un nuevo modelo educativo que presuntuosamente estaría diseñado para cubrir el criterio de calidad incorporado al 3 de la Constitución y que trascendería los próximos 84 años restantes al siglo XXI? Para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo.

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