Arturo Rueda/Tiempos de Nigromante/Diario Cambio

 

Ni los ganadores ni los perdedores del 2016 acaban de acomodarse, pero ya todos sudan la calentura del 2018, el primer proceso electoral en el que se van a homologar los comicios federales y estatales. A diferencia del mediano interés que generó la batalla por la minigubernatura, 2018 será la guerra total porque va en juego la presidencia, la gubernatura, tres senadurías, quince diputaciones federales, veintiséis locales, 217 alcaldías —incluida Puebla capital—, “n” número de regidores. Excepto el Presidente y el gobernador, todos los demás tienen suplentes. Y excepto también el presidente y el gobernador, todos los demás ya tendrán derecho a la reelección. Además de los 10 partidos con registro, veremos una cantidad indeterminada de aspirantes independientes. Un alud electoral total.

 

La mala noticia para los calenturientos es que a diferencia del 2016 que tuvo un contenido absolutamente local, la elección 2018 tendrá un componente totalmente nacional. Es decir, la mayor parte de las variables poblanas van a quedar supeditadas a los acomodos de las grandes cúpulas, especialmente en la definición de candidatos.

 

Todo partirá, en primera instancia, de la definición de las coaliciones partidistas. En teoría, el PRI iría de la mano de su aliado tradicional, el PVEM, y muy probablemente del PANAL y del PES. Tras los éxitos del 2016, es muy probable que se alíen PAN y PRD para la contienda, a excepción de que la Señora de Calderón fuera designada candidata. El mejor abanderado para esa alianza sería Rafael Moreno Valle, aunque después del romanceo con Ricardo Anaya, quizá también querrían avalar al presidente del CEN panista. Lo cierto es que el candidato no vendrá del Sol Azteca.

 

Por esto, la mitad del PRD quiere aliarse con Morena y López Obrador. En caso de darse, sería probable una convergencia de toda la izquierda con el tabasqueño, aunque ahora su propio partido llevaría la voz cantante para evitar las traiciones del 2006 y 2012. Pero López Obrador, de momento, duda y se deja querer, ya que su posicionamiento personal tan competitivo le hace creer que no necesita partidos rémoras.

 

Luego, vendrá la definición de los candidatos presidenciales a la que seguirá la de los candidatos a gobernadores que deberán ser procesados casi al mismo tiempo como parte de las negociaciones de grupos. Por ejemplo, si Miguel Ángel Osorio Chong se convierte en el abanderado del PRI-PVEM-PANAL-PES, eso va a condicionar a entregar la candidatura a Casa Puebla a alguien de otro grupo político como parte de una suma de alianzas regionales. Lastiri prácticamente estaría amarrando su senaduría pero tendría que dejarle el paso abierto a Doger (si es que sigue en el PRI y no se fue a Morena o algún partido de izquierda).

 

Lo mismo ocurre en Acción Nacional, ya que la única excepción de que el grupo morenovallista se adueñe de la candidatura a Casa Puebla es que Rafael Moreno Valle fuera el candidato a la Presidencia. De no ser el caso, asumirá la responsabilidad de la operación en su entidad a condición de que designen como candidato a alguien de su propio grupo, y dependiendo su competitividad, podría ser Javier Lozano Alarcón o Martha Erika Alonso. En caso contrario, Moreno Valle tendría que demostrar su apertura permitiendo la llegada de… Eduardo Rivera Pérez quien se ha aliado con Josefina Vázquez Mota y la Señora de Calderón.

 

Lo mismo ocurre en el caso de Morena, pero todo dependerá de sus alianzas. Hasta el momento, Rodrigo Abdala, el poco útil sobrino político de Manuel Bartlett, es el mejor posicionado, aunque ya perdió la encuesta interna del año pasado frente a Abraham Quiroz. Pero si Movimiento Ciudadano va con ellos, José Juan Espinosa querrá asumir la candidatura. Del lado del PRD, Luis Miguel Barbosa le hace ojitos al tabasqueño, y claro, Roxana Luna querrá repetir pese a sus miserables 4 puntos del 2016. El dedo divino de López Obrador va a definir sin tener que recurrir a pantomimas.

 

Los calenturientos del PRI se dan cuerda luego que Blanca cerró su calvario con la Comida de la Derrota. Metafóricamente hablando, el cuerpo ya fue velado, enterrado y hasta terminó el novenario. La candidata ya descansa en paz y ahora es tiempo de mirar hacia adelante para la reorganización del 2018 partiendo del desastre del 2016. Cualquier otro análisis va a ser una equivocación. Tiene a Lastiri y a Doger. ¿Por dónde?

 

Los calenturientos del PAN son un poco más prudentes y miran con expectativa cómo será la transición Moreno Valle-Gali, ya que para que haya nuevos espacios, algunos de los actuales deben caer. En primera línea luce anotadísimo Javier Lozano Alarcón, pero todo mundo sabe que Martha Erika avanza con paso firme, pero todo dependerá del futuro de su marido en la carrera presidencial. Además, todo mundo se pregunta: ¿pues no tendría que ser decisión de Gali?

 

Los calenturientos de la izquierda se mueven poco, porque todos saben que su destino depende de López Obrador. Con él son fuertes, sin él no son nada. Cualquier candidato del PRD en solitario está condenado a repetir el papelón de Roxana, y tras la decepción de Abraham Quiroz, López Obrador debe elegir con mucho cuidado a quien lo acompañará en 2018. 

 

Para mayor información:http://www.diariocambio.com.mx/2016/opinion/tiempos-del-nigromante/item/16127-la-muerta-al-pozo-y-los-vivos-al-gozo-la-calentura-del-2018

 

 

Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...