Por Abel Pérez Rojas

A Javier Martínez Ferraz

El vivir descalzo (barefooting) es una elección que incomoda a muchos, porque va en contra de sus paradigmas sobre la forma “correcta” de vivir –concepto sujeto a constantes cambios y como si no fuera evidente que lo socialmente correcto es orientado por prejuicios, por populismos y, muchas veces, por ignorancia-.

Asimismo, poner el dedo en la llaga sobre lo que se considera socialmente incorrecto evidencia aquellos casos en los que los prejuicios pueden llegar a formalizarse a veces en reglamentos, estatutos o leyes.

Todo esto viene a colación porque, con motivo de mi artículo “Barefooting, rompiendo lo establecido”, recibí la siguiente denuncia pública de Javier Martínez Ferraz, el cual a la letra dice:

“Desde aquí denuncio que no se me permite andar descalzo en el metro de Bilbao. Me parece una vergüenza. Se me quiere multar con 30€ x ello. Pero ¿adonde estamos llegando? Estamos regresando a los tiempos de las dictaduras, donde nos controlaban hasta el respirar. Curiosamente, en la dictadura franquista nunca te habrían multado ni tan siquiera llamar la atención por andar descalzo. ¿Adonde me podría dirigir? He ido al Ararteko (Defensor del Pueblo) y no me han hecho caso. Y desde luego, no tengo dinero para abogado, pues ahora estoy desempleado. Vamos para atrás. Es uno de mis derechos fundamentales: derecho a la dignidad, intimidad y propia imagen”.

Después de leer las palabras de Javier Martínez, confirmo que, en efecto, el movimiento barefooting es mucho más que una cuestión de comodidad. Quienes así lo deciden, ejercen con ello su libertad personal, y en la medida que ellos hacen valer ese derecho, nos hacen ver que su derecho es también nuestro, en consecuencia de lo que se trata es de un derecho social y colectivo.

Hoy se trata del barefooting de Martínez Ferraz y del metro de Bilbao, pero mañana – o tal vez hoy mismo- se trate de cualquier otra forma de vida considerada socialmente incorrecta, de cualquier otra persona y de cualquier otra instancia, porque lo que está en juego es prevenir los excesos que violenten o repriman los derechos de las personas con forma de pensamiento distinta de cualquier parte del mundo.

Este análisis cobra una vital importancia porque defender las formas de vida alternativas es una vía de resistencia a las prácticas autoritarias que a lo largo de la historia han derivado en formas de gobierno totalitarias. Ni más, ni menos.

Sin ser practicante del barefooting, considero que es oportuno que las múltiples redes internacionales de personas descalzas incuben y construyan, a partir de muchísimas experiencias diversas, el Manifiesto Barefooting, el cual sea un documento que, por su brevedad, permita orientar e incidir tanto en el ámbito público como en el privado. Esto último suena a excentricidad, pero no es así, citando a mi amigo Fernando Acosta Reyes le digo: esto es una cuestión de centricidad. 

@abelpr5 

 

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Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...