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Por Marco Rovira

Los mensajes de odio expresados por el precandidato norteamericano a la presidencia, Donald Trump, no paran de cobrar fuerza, al igual que su carrera hacia una posible candidatura, mientras el gobierno mexicano lanza tímidas reacciones ante lo que podría ser un peligro mayúsculo en un futuro no muy lejano. 

Desde el año pasado, Trump se ha destacado por sus constantes declaraciones que incitan al odio, la discriminación, y la xenofobia, bajo el argumento de que ciertos grupos de población migrante se han convertido en una amenaza para la grandeza norteamericana, misma que él promete recuperar con medidas que claramente violentan una serie de Derechos Humanos fundamentales de todas estas personas, como la libertad de tránsito, el derecho al trabajo, a una vida digna, a la salud, entre otros más.

Su rabia se ha concentrado principalmente en contra de la población de origen árabe y los latinos, particularmente los de origen mexicano. Así, el precandidato ha dicho en reiteradas ocasiones que deportará masivamente a los migrantes; que construirá un muro en toda la frontera con México para evitar que éstos puedan pasar a territorio estadounidense, mismo que nuestro gobierno deberá pagar; pero además, no ha dudado en identificar a esta población como “violadores y delincuentes” por el simple hecho de llevar sangre mexicana en las venas, lo cual constituye una alarmante estigmatización de los mexicanos que podría incitar a actos de violencia en contra nuestra.

Ante esto, la reacción del gobierno mexicano, –cuya prioridad debe ser salvaguardar los intereses y derechos de la población migrante que reside en Estados Unidos, hoy en día la mayor de todas las poblaciones migrantes que habitan en ese país–, ha sido tímida y aislada.

Algunos legisladores de los más grandes partidos se han mostrado indignados o inconformes con las declaraciones de Trump; el antiguo canciller mexicano, José Antonio Meade, tachó en su momento al precandidato republicano de “desconocer la realidad” al referirse al tema migratorio; mientras que el secretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong,  lo tildó de tener ideas “prejuiciosas y absurdas”. El presidente Enrique Peña Nieto, en su calidad de primer mandatario, ha destacado por su silencio al respecto.

Todas estas reacciones coinciden básicamente en dos aspectos. Por un lado, insisten en analizar el problema como un asunto de alguien que está “loco”, o “fuera de la realidad”, y que lanza rabietas a diestra y siniestra, lo que minimiza la trascendencia del problema; sin embargo, aunque se le pueda calificar de irracional, el discurso de Trump ha encontrado el apoyo de una parte importante del electorado norteamericano –la parte más conservadora del país–, mismo que parece identificarse con sus postulados, lo que implicaría que estamos frente a un fenómeno social más que individual, mismo que, bajo ciertas circunstancias, podría influir positivamente sobre el desarrollo de políticas antimigratorias y xenófobas. Visto de esta manera, el trumpismo como discurso político implica una amenaza real para todos los migrantes, particularmente los mexicanos. 

Por el otro lado, las reacciones de la clase política mexicana también son comunes en su timidez, lo que podría ser producto de dos factores, o una combinación de ambos; es posible que a nuestro grupo gobernante simplemente no le interese la suerte de los migrantes mexicanos que radican en Estados Unidos –quienes por cierto aportan la mayor fuente de ingresos a nuestro territorio actualmente a través de las remesas–, o que se sienten incapaces y paralizados frente al vecino del norte por un complejo de inferioridad que raya en el servilismo más humillante, lo que les impide hacer un frente común y organizado para externar su desaprobación y preocupación ante el odio que representa Trump, mismo que trascienda las declaraciones aisladas como las que mencionábamos antes.

Y mientras en México nuestra clase política está preocupada en otras cosas, el Legislativo de Inglaterra ha comenzado esta semana la discusión sobre una eventual prohibición de la entrada de Trump a su país por sus discursos de odio. Hasta ahora no sabemos si esta propuesta, empujada principalmente por la izquierda británica, llegue a concretarse, pero el mero gesto demuestra que al menos en ese tema los ingleses parecen tener mayor compromiso y conciencia sobre las implicaciones reales de que un personaje tan reprobable como Trump se haga del poder.

Antes de concluir, valdría la pena hacer memoria comparando la reacción del mundo en los años treinta frente al nazismo y las declaraciones de Hitler, a quien también se le consideraba un “loco” al que no valía la pena hacerle caso, particularmente en contra de la comunidad judía.

Hasta que dio inicio la Segunda Guerra Mundial, en 1939, ninguno de los grandes países del mundo hizo esfuerzos reales por detener la barbarie que significaba el nazismo, aún teniendo la oportunidad. Por ejemplo, en 1938 tuvo lugar la Conferencia de Evian, en Francia, a iniciativa del expresidente norteamericano Franklin D. Roosevelt, donde la comunidad internacional discutió la situación de la población judía en Alemania.

Tras una larga deliberación, los países más poderosos del mundo –incluyendo los Estados Unidos– coincidieron en que la situación era mala, pero concluían no poder hacer nada por los judíos en cuanto a darles refugio, poniendo de pretexto los estragos económicos de la gran depresión de 1929.

Por cierto, en aquella ocasión República Dominicana, México, y Venezuela fueron los únicos países que se mostraron dispuestos a aceptar refugiados judíos, aunque poniendo trabas de por medio. Si el resultado hubiera sido otro, y si las arengas inflamadas de odio de Hitler no se hubieran tomado como un chiste de mal gusto, o como una amenaza sin importancia, la historia de millones de judíos y otros grupos perseguidos por el nazismo pudo haber sido distinta.

Vale la pena, entonces, que la sociedad mexicana se vaya tomando más en serio la amenaza que representa un movimiento político como del trumpismo, y que nuestra clase política muestre un poco más de inteligencia y dignidad a la hora de velar por los intereses de nuestros hermanos migrantes, ejerciendo acciones mucho más contundentes, aún si esta amenaza no alcanza el poder; simplemente hacerlo para demostrar que tenemos dignidad y que estamos comprometidos en serio con la defensa de los Derechos Humanos de nuestra propia población y la del mundo entero.

 

 

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7. 

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Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...