Por Eduardo García Anguiano
En el territorio de Siria, Irak, Afganistán y Yemen, Estados Unidos, Francia, Turquía y aliados protagonizan un conflicto clasificado como de guerra híbrida.
Los enfrentamientos que se suscitan en el contexto de la posguerra fría han demostrado que quienes luchan contra las potencias occidentales, lo hacen empleando diversas combinaciones de por lo menos cuatro formas de combate, según la definición de Frank G. Hoffman:
•Fuerzas convencionales: como el ejército de Siria y Yemen.
•Tropas irregulares: como los rebeldes sirios o los peshmergas kurdos.
•Acciones terroristas: como las de Daesh o Al Qaeda.
•Crimen organizado: que provee armas, municiones, sicarios y aprovecha la situación para beneficio propio.
Al conflicto entró otro actor de influencia regional que es Rusia, por supuesto que esto no inicia con los acontecimientos por todos conocidos en los últimos días, ya desde los Balcanes se prefiguró una forma diferente de lucha.
Por el momento, quedó atrás el concepto del enfrentamiento entre países o las estrategias de corte guerrillero, hoy somos testigos de un conflicto que tiene los elementos de una posmodernidad difícil de predecir por el amplio número de actores e intereses en pugna.
Un conflicto regional de esta naturaleza puede no extenderse a una conflagración mundial, sin embargo, el alcance e impacto podrá tocar fronteras insospechadas en el listado de banderas del ya famoso video.
Por supuesto que la inteligencia y las fuerzas de despliegue rápido militar y policial son una ayuda, no obstante, las iniciativas de paz que brillan por su ausencia podrían ser más esperanzadoras.
Es paradójico que Cicerón el escritor, orador y político romano, nos sirva para el mundo de hoy: “Cuando los tambores hablan, las leyes callan”.
@EGAnguiano
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