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Arturo Rueda/Tiempos de Nigromante/Diario Cambio

Aurelio Nuño tiene el ímpetu torero que le hace falta a sus compañeros del gabinete peñanietista. En apenas tres meses eclipsó a Luis Videgaray, rebasó a José Antonio Meade —aunque fueron designados al mismo tiempo— y ya tiene mayor dimensión política que Miguel Ángel Osorio Chong, maniatado por la fuga del “Chapo” Guzmán. Por su juventud, se trata de un rock star inesperado, que carece de carrera partidista y nunca ha ganado un cargo de elección popular.

En la vieja terminología tricolor, es uno más de los tecnócratas advenedizos que se apoderaron del PRI buena parte de los años ochenta y noventa del siglo pasado. Pese a todos esos antecedentes, Peña Nieto lo ha colocado en la primera línea de sucesión y de momento, Nuño aprovecha todos los reflectores para posicionarse.

Pero esas mismas características —juventud, tecnocracia, ausencia de carrera partidista— lo hacen inviable como carta sucesoria para los otros grupos del PRI que no son ni Los Pinos, ni Toluca ni Pachuca.

Se trata de ese priismo duro en el que militan Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y los gobernadores, aquellos que sostuvieron al tricolor durante los dos sexenios de presidencia panista. ¿Por qué un recién llegado merecería el privilegio y no uno de los que han hecho el trabajo duro, como el propio Beltrones o Eruviel Ávila?

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Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...