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Por Nahir González Sosa

Resulta increíble que los hombres, en la actualidad, sigamos manteniendo una mentalidad cerrada y repelente a lo novedoso y a lo distinto. Después de todos estos años de existencia terrenal, lo más lógico sería que ya nuestros antepasados a lo largo del tiempo, nos hubieran inculcado el respeto y la tolerancia a todos los seres humanos, así como a las distintas formas de vida y de pensamiento.

Todo en este mundo parece avanzar, pero las diversas situaciones que vivimos día con día nos indican que no siempre resulta ser así. La inteligencia humana, aunque en algunos aspectos se desarrolle velozmente, en otros va en retroceso, como es el caso de la no aceptación hacía lo “raro” o lo “malo”, según el parecer de muchos o de algunos. 

La ciencia y la religión en constantes ocasiones son elementos generadores de intolerancia; sin embargo, no deberían estar peleadas como sucede en la actualidad. Una es complemento de la otra y quizá si alguna de ellas no existiera la otra también se encontraría ausente. Ambas son necesarias en la vida de los humanos, puesto que para vivir, es indispensable creer en algo, ya sea religioso o científico.

Sin embargo, aunque se tenga mayor o total tendencia a alguno de estos dos aspectos, siempre se tendrá algo en común con el otro; puesto que, a pesar de las diferencias, también se observan semejanzas, las cuales unidas, podrían engrandecer al hombre.

La humanidad siempre vivirá rodeada de diferentes pensamientos, por ello resulta indispensable encontrar un equilibrio entre ellos. No nos podemos cegar ante otros puntos de vista, no se trata de cambiar nuestra forma de vida o nuestro pensamiento a todo aquello que otros practiquen, sino simplemente: ser tolerantes.

La forma de vida que cada quien mantenga es un asunto personal mientras no atente contra la existencia o los derechos de otros. Nadie tiene derecho a agredir o menospreciar a los demás por el simple hecho de no compartir las mismas ideas, los mismos gustos, las mismas opiniones; en general, la misma educación o cultura.

Es demasiado cerrado caer en cualquier postura de intolerancia, pues no es ningún signo de inteligencia. ¿Por qué determinamos lo bueno y lo malo?, ¿quién nos dio esa facultad? Nadie tiene la verdad en sus manos, ni los humanos, ni la ciencia, ni la religión, ni las artes; todo se limita a creencias y a situaciones socio-culturales que podrían ser verdaderas o falsas, pero que de cualquier modo, mientras no atenten contra la propia vida, se deben respetar.

Tal vez si aprendiéramos a aceptarnos como somos, sin criticarnos, sin burlarnos, sin agredirnos; la situación del mundo sería totalmente diferente, no veríamos hechos tan dramáticos en los diversos rincones del mundo, como lo recientemente sucedido el viernes 13 de noviembre en París; por mencionar uno de tantos acontecimientos similares que día con día ocurren en todo el planeta, y de muchos de los cuales ni siquiera tenemos conocimiento. 

Si existiera tolerancia, posiblemente se evitarían las guerras, las injusticias, las matanzas, y una extensa serie de elementos destructivos. Muchos nos mostramos intolerantes ante las acciones de otros, porque creemos que con su actuación “afectan la vida humana o las buenas costumbres” -aunque realmente a nosotros ni siquiera nos involucren su actos- solo por el hecho de no ser partidarios de ciertas prácticas o ideologías que en realidad en varias ocasiones, no invaden el derecho ajeno; sin embargo, no nos percatamos de que tomando esas actitudes y no aceptando la diversidad, somos nosotros mismos quienes creamos la tensión en la convivencia social; llegando ésta en ocasiones, a su máximo nivel  de euforia y fanatismo, causando así desgracias irreparables.

No podemos vivir eternamente a la defensiva, es hora de emprender una transformación positiva. Todo es cuestión de querer y aceptar a nuestros semejantes sin importar la raza, el pensamiento, la cultura, las tendencias, las “virtudes” ni los “defectos”. Tolerancia es el respeto a las diferentes ideas, creencias, prácticas o formas de ser de cada individuo aunque sean cuestiones muy distintas a nuestra propia esencia o pensamiento; siempre y cuando no afecten nuestros derechos fundamentales.

Tolerar es armonía, es sencillez y la única forma de lograr la unidad. El cambio está en nuestras manos, si esperamos a que los demás empiecen haciendo algo al respecto, no lograremos nada. En la situación actual que viven las naciones, lo único que queda es practicar la tolerancia por propia convicción, teniendo consciencia de que eso nos llevará a vivir en una sociedad más evolucionada y por tanto, en un mundo mejor.

 

 

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7. 

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Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...