Por Abel Pérez Rojas 

“En el venaje de lo vecinal a lo local
se fragua un pilar indispensable para
soportar los embates de la globalización”.
Abel Pérez Rojas.

La globalización amenaza con arrollarnos bajo la ilusión de que las nuevas tecnologías nos hacen más universales. Es primordialmente un fenómeno encabezado por intereses mercantiles y despersonalizantes. Por ello, hay que ponerle un contrapeso ético, nacido desde la raíz de nuestra convivencia diaria. Ésa, proveniente de nuestros riquísimos entornos culturales e históricos.

Mantener la riqueza cultural individual, en un sentido de universalidad, permite soportar y trascender la globalización.  En el venaje de lo vecinal a lo local es donde se fragua la articulación que da soporte vivo a la glocalidad.

De no fortalecer nuestras organizaciones vecinales, nuestros barrios, la glocalidad será una experiencia aislada y fácil presa de la globalización.

Los barrios con vocación educativa representan una fuente rica de elementos que han acompañado a sus habitantes a lo largo de una historia común, los individualiza. 

Eso los dota de elementos que hacen recordar de dónde vienen. Y los vecinos perciben la herencia cultural que deben preservar. Pero al mismo tiempo abre el entendimiento para explorar las múltiples posibilidades de un mundo cada vez más interconectado, los hace universales pero con una raíz como punto de partida.

Es fascinante comprobar la diversidad de vías por las cuales los espacios públicos pueden transformarse en entornos intencionados de la formación de las personas, y que esto incide inevitablemente en reestructurar éticamente nuestras relaciones privadas.

Hace casi dos décadas tuve la oportunidad de que me sedujera el concepto de ciudad educadora, bajo el sustento que proporciona la educación permanente y gracias a las investigaciones que se desarrollan en el Centro Internacional de Prospectiva y Altos Estudios (Cipae).

Durante estos años he conocido experiencias en las cuales los habitantes, coordinados con sus autoridades locales, detonan movimientos de transformación, en cualquier parte del orbe. Esto se entiende muy bien a la luz de la Carta de las Ciudades Educadoras, y es muy enriquecedor.

Fue gracias al compartir experiencias y proyectos con diversos colectivos de la ciudad de Puebla y Oaxaca, en particular Tuxtepec, y a la enorme oportunidad de vivir en un barrio centenario como El Carmen, en la capital poblana, así como a los intercambios intelectuales con diversos colegas, en particular mi querido amigo Luis Fernando Paredes Porras, como, paulatinamente, en lo particular y en lo colectivo hemos ido generando una serie de aportaciones que nos hacen evidente la necesidad y oportunidad de tomar conciencia del valor que tienen los barrios en el proceso de educación permanente y empoderamiento ciudadano: arraigar la esencia.

La Carta de Barrios Educadores (goo.gl/c1QzWC) -siguiendo el ejemplo de las ciudades educadoras- ha sido el primer gran paso que nos ha permitido compartir líneas muy claras a trabajar, desde el ámbito de lo vecinal a lo local, por supuesto, sin perder de vista que vivimos en tiempos caracterizados por la globalización de todo.

La toma de consciencia y la acción consecuente para aquilatar y preservar la riqueza de todo aquello que forma nuestra cultura, creatividad, expresión, historia, urbanismo, entorno, valores, se constituyen en pilar para el resurgimiento de lo local a lo global y viceversa.

¿O no?

@abelpr5

 

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Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...