Por José Buendía Hegewisch 

Las campañas políticas repetidas mil veces para ocultar deficiencias o promesas incumplidas no siempre son efectivas, ni con inflación mediática.

La propaganda a medias verdades o la descalificación tampoco sirve para manejar cualquier situación o crisis. La agenda pública no se controla en función de hacer del miedo el mensaje. Nunca segundas partes fueron ni buenas ni iguales, y eso es lo que puede pasar con el remix sobre las amenazas del populismo cuando la cantaleta no deslumbra o suena a demagogia.

Del resultado de las urnas, regresó la advertencia sobre el riesgo del populismo para las reformas que prometen llevarnos al siglo XXI. Morena e independientes fueron ganadores en el balance electoral, con un discurso antisistémico y cuestionamiento al statu quo de partidos tradicionales.

Desde ese momento “fantasma” del “peligro para México” de 2006, que casi gana AMLO, volvió a recorrer las cúpulas partidistas y a los estrategas de Los Pinos. Hay que confiar —me dijo un jerarca del PRD— en que el “pueblo distinguirá entre la demagogia y la responsabilidad” en alusión al futuro de su partido y del respaldo electoral a Morena hacia 2018.

El Presidente llevó muy pronto la amonestación a su informe y dedicó su conclusión a fustigar las “salidas falsas” de la “intolerancia, demagogia y populismo”, ante la creciente insatisfacción social y el crecimiento electoral de liderazgos carismáticos que ofrezcan soluciones mágicas a los problemas del país. Una manera de inocular el impacto de los tiempos difíciles y de curar, en salud, las limitadas respuestas de las reformas a la contingencia económica que se avecina y que amenazan con diferir, otra vez, los beneficios prometidos de la modernización.

¿Tal es la insatisfacción para “nublar la mente” de los mexicanos, como alertó Peña Nieto? ¿Es que el decálogo de promesas del informe no ofrece “salidas” sólidas y robustas para frenar a retardatarios del cambio?

Hay un sensible incremento de la alarma social y mensajes del miedo. A los niveles de inseguridad o incertidumbre económica se añade ahora el peligro de “destruir” las reformas y generar “violencia, encono y riesgo para la democracia” (Beltrones) y de que se aleje “el cambio anhelado, encontrar división o retroceso” (tercer informe).

¿Son reales los riesgos para el país? El populismo es difícil de definir, porque incluye diversas fórmulas híbridas y paradójicas, tanto de izquierda como de derecha. El viejo corporativismo estatal del PRI fue populista tanto como el aprismo, el peronismo o el varguismo; recientemente el menemismo, el fujimorismo o el eocardenismo.

Nadie duda que en Latinoamérica haya un regreso del populismo con el “chavismo” y el triunfo de Evo Morales (Bolivia) y Rafael Correa (Ecuador). Pero el resurgimiento no se corresponde con crisis económica, por ejemplo, de décadas anteriores de deuda e hiperinflación que aprovecharan líderes para debilitar a la democracia. 

Su ascenso viene con años de prosperidad por los altos precios de materias primas, que fomentaron el clientelismo que esos regímenes usan para mantenerse en el poder. 

Por eso, cuando se revive el temor del populismo, responsable sería preguntarse por la persistencia de las máquinas clientelares en todos los partidos y la corrupción que acompaña el manejo discrecional de los recursos fiscales de los gobiernos, o el aumento de las deudas para sostener esos aparatos estatales o el control político-electoral. 

En las promesas frustradas de modernización y en ese irresponsable manejo de los recursos públicos están también los riesgos del populismo, antes que en la aparición de “ídolos falsos” que nos arrebaten la razón con otras promesas de modernidad.

 

 

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Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...